lunes, 29 de enero de 2007

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En los albores del nuevo gobierno federal, la rumorología afina sus baterías y lleva a la sociedad, dudas acerca del trato que se espera para diversos asuntos, en que el gobierno de la República está comprometido. Uno de esos es el de la educación, en especial lo correspondiente a educación superior. El otro es la cultura. Recordemos que se pretendió reducir el presupuesto de la UNAM, máxima casa de estudios, orgullo nacional por el nivel que ostenta, entre las universidades del Planeta. Sensatez y nacionalismo de un grupo de legisladores –que lograron generalizarlos- impidió el atraco a la UNAM.
También recuperaron recursos para cultura. Esa es solo una escaramuza. Investigaciones van y vienen, relacionadas con niveles de aprendizaje en las escuelas de nivel básico y secundario. Sus resultados son alarmantes para el presente y futuro del país. ¿Para que más recursos a educación, si no podemos obtener los niveles, requeridos para enfrentar compromisos de competencia con otras economías, en especial las del TLC con el Norte?.
Tal circunstancia requiere de nuevos métodos para elevar la calidad en la enseñanza. Esto es desesperante, sobre todo, porque no se vislumbran aquellos que mejoren, con celeridad, resultados. Retornando a educación superior, recordemos que hay países, de nuestras dimensiones en el Cono Sur, que sostienen, contra viento y marea, un nivel extraordinario de preparación de sus gentes, a través de instituciones públicas, que les permite superar contingencias, de alta gravedad en su vida económica.
Nuestro país, ni cubre la demanda de egresados de los niveles educativos previos, para acceder a educación superior, ni busca ampliar la cobertura actual. Eso expone a ser simples amanuenses del imperio, que nos devoró territorio y ahora avanza, implacable, en el control de nuestra vida económica y social. Las cifras son alarmantes: solo dos de cada diez jóvenes, llegan a optar por un grado universitario o técnico, de nivel superior. Diversas tentativas hay para reducir presupuestos a la universidad pública. Se habla, incluso, de su privatización. Junto a ello, la otra parte de la formación del pueblo, la cultura, también resiente embates de quienes buscan privilegiar otras áreas, “a costillas” de la preparación para la vida de nuestra niñez y juventud. Peligrosa circunstancia es el abandono en que se tiene a la investigación en ciencia y tecnología.
Casi todo lo consumido en tiendas departamentales –en su mayoría sucursales de transnacionales- son artículos, de origen extra fronteras o producidos en el país, por subsidiarias del exterior. Uno de nuestros orgullos, la cultura milenaria, su expresión artística moderna, que se recrea e impulsa en las grandes instituciones instituidas por los gobiernos de la Revolución, en lugar de ser mejoradas en sus tareas, mediante mayores apoyos, son restringidas e incluso, sufren de sectarismo, frente a expresiones de avanzada. El panorama es preocupante. Salimos al exterior a pregonar facilidades mil para inversionistas extranjeros y no impulsamos sería y profundamente, la inversión criolla, salvo la de grandes capitales, que poco o nada necesitan del apoyo oficial.
Pequeños y medianos industriales –incluso innovadores- van de oficina en oficina, buscando apoyos para desarrollar empresas, mismos que son obligatorios. Si lo logran, es a costos altos, poniendo en peligro resultados de su empeño. Las organizaciones de la sociedad, sean: partidos políticos, asociaciones civiles, gremiales, sociedades de alumnos, agrupamientos de maestros, obreros, campesinos; el pueblo organizado, debe mantenerse alerta ante los peligros que se ciernen sobre el sector educativo y cultural de la nación. Algunos por im preparación –lo que no les justifica- otros de criterios trasnochados, que llevan al desmantelamiento del país, creado por la Revolución, pero con ajustes posteriores -respuesta a nuevas tendencias del mundo y la vida- pretenden sacar al nacionalismo y sus secuencias en la soberanía nacional, de las razones de ser del mexicano.
Eso se pregona en la institución privada, aunque se salven algunas por sus orígenes. Solo unidad en torno a valores y principios, los mismos que nos dieron patria y nacionalidad, junto a la defensa de las instituciones educativas del Estado, podremos impedir cualquier desacato.